El retorno a clases mejora el ánimo en el 90% de niños

Si no fuera por la mascarilla, la vida estudiantil en la Escuela Francisco Astudillo, de la parroquia cuencana de Turi, parecería normal. En el encuentro escolar, los juegos y la motivación por aprender se notan en los 250 estudiantes.

La pequeña escuela está en Punta Corral, un poblado rural de familias humildes que viven de la agricultura. No todas las casas cuentan con Internet, ni los estudiantes tienen equipos tecnológicos para conectarse a las clases virtuales.

En octubre pasado regresaron a las aulas y no han tenido contagios de covid-19. “Estamos recuperando el tiempo, nivelando a los niños en el aprendizaje por los vacíos encontrados. Ahora son felices aprendiendo”, contó un maestro de matemáticas.

El pasado viernes 10 de diciembre del 2021, los niños de sexto de básica se desesperaban por pasar a la pizarra y resolver las multiplicaciones que copió la maestra. Otros, en el patio, realizaban ejercicios físicos con balones. Corrían, reían y bromeaban.

Me alegra tanto ver a mi hijo integrado con sus compañeros, contento y aprendiendo al aire libre, dijo Marina Castro, madre de Juan Carlos, de 7 años. “Esa felicidad se interrumpió el año anterior. El maestro hablaba y los alumnos solo escuchaban”.

Según el estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), nueve de cada 10 niños mejoró su estado anímico con el retorno a clases presenciales; y ocho de cada 10 se sienten motivados por aprender.

En ese grupo están Paúl, de décimo de básica; Doménica, de sexto, y Nicolás, de tercero, de la Unidad Educativa Aurelio Ochoa, de la comunidad azuaya Tres Marías. Me gusta la escuela porque es divertido: aprendo y juego, dice el mayor de estos hermanos.

En este plantel, los alumnos tienen clases virtuales cuatro días a la semana y uno presencial. A principios de noviembre, cuando el Ministerio de Educación ordenó el retorno obligatorio los estudiantes estaban alegres porque regresarían a las aulas los cinco días de la semana.

Ahora, a los padres les preocupa la decisión del Gobierno de postergar el retorno, ante la alerta mundial por la nueva variante Ómicron. “Aquí todos llevamos la mascarilla y estamos preparados para cuidarnos”, dijo Fernando, de octavo de básica.

Las autoridades de la Unicef dijeron que las escuelas no son un foco de contagio y por eso lamentaron que se detenga la reapertura. En este 2021 se han reportado 43 casos de estudiantes y docentes que se infectaron con covid-19.

Cada institución hizo los cercos epidemiológicos y no hubo contagios comunitarios. En Ecuador hay 16 209 planteles educativos con 4,4 millones de estudiantes. Un millón están en la zona rural y de ellos unos 300 000 asisten a clases presenciales.

Para la psicóloga azuaya, Priscilla Jaramillo, los cambios del Ministerio generan frustración en los estudiantes porque ya estaban ilusionados con el retorno. “En el caso de los niños vulnerables es más negativo, porque en la escuela se sienten más tranquilos”.

Explica que, a más de la pérdida de aprendizaje, en la zona rural hay niños expuestos al trabajo infantil, violencia y explotación. “Es absurdo porque, si fuera por los riesgos de contagio, también se suspendería la asistencia a los estudiantes que están en lo presencial”.

Una encuesta de la Unicef señala que 95% de hogares conoce los protocolos y cerca de 90% aseguró que ha implementado el uso de la mascarilla, el distanciamiento y el lavado de manos con agua y jabón.

Además, solo 47% de estudiantes que no ha vuelto a clases presenciales está contento, pero reconocen que están aprendiendo menos. “Todo esto repercute en las habilidades sociales y en su salud mental”, explica Jaramillo.

Para el docente Rubén Lema, el estado emocional de los estudiantes es fundamental en esta fase de la pandemia y las aulas son espacios para aprender, socializar, compartir y jugar. “La educación a distancia no tiene las herramientas para transmitir los conocimientos”.

Él sostiene que estos cambios amplían la brecha entre la educación en la zona urbana y la rural, entre las ciudades grandes y las pequeñas y entre quienes tienen recursos económicos para seguir en las clases presenciales y quienes no tienen nada.

Por ejemplo, dice, en poblados indígenas de Esmeraldas, Pastaza, Sucumbíos y Morona Santiago es donde la pandemia del covid-19 ha provocado más retrasos educativos en los alumnos.