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La contaminación del aire, como antes de la pandemia en Quito

La contaminación del aire, como antes de la pandemia en Quito
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En la Pichincha y Chile, en el centro de Quito, Javier Guerrero espera en la acera para cru­zar. Los tres autobuses que arrancan tras el cambio de luz de roja a verde emanan una negra nube de esmog. Guerrero retrocede y además se tapa los oídos, por el pito de los buses.

El tiempo de bajos niveles de gases contaminantes y de ruido por las restricciones de movilidad terminó. Desde septiembre pasado, la Secretaría de Ambiente reporta valores similares a los registrados en 2019.

Guerrero acostumbra a subir por la Chile hasta su trabajo en El Tejar. Es consciente de que en el centro la contaminación por esmog se acentuó más desde este año. Considera que la eliminación de restricciones influyó en este aumento.

La Secretaría de Ambiente del Municipio realiza un monitoreo constante de la calidad del aire. Sus datos muestran que el sector de La Marín es uno de los puntos más complicados. A esta zona se suman la Necochea (sur), av. Amazonas y Atahualpa, los alrededores de La Carolina, la Shyris y Eloy Alfaro, La Y, el Parque de los Recuerdos, El Recreo, Cumbayá, San Roque (túneles) y la Simón Bolívar.

Para determinar la calidad del aire, la Secretaría monitorea las emisiones sobre todo del Material Particulado (PM 2,5) y del dióxido de nitrógeno (NO2). Ambos se emiten por los vehículos y por motores de combustión interna.

El PM son partículas diminutas, casi mil veces más pequeñas que 1 milímetro, por lo que su comportamiento, según Valeria Díaz, de la Unidad de Monitoreo de la Secretaría de Ambiente, es similar al de un gas: permanece en el aire por más tiempo. El NO2 se forma en los procesos de combustión a altas temperaturas.

A propósito de la pandemia, el Municipio hizo un estudio sobre la emisión de estos contaminantes. Tomó como referencia el lapso entre marzo y junio de 2019 y lo comparó con el mismo periodo de 2020: ­hubo una disminución de hasta el 70% del PM.

Las restricciones más fuertes por la pandemia se vivieron entre marzo y diciembre de 2020. Díaz apunta que la drástica disminución en la contaminación el aire se debió a menos automotores en las calles.

Estudios previos en Quito demostraron que 90% de la contaminación es producida por los vehículos. Por eso, al eliminar esa fuente, la calidad del aire llegó a niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En 2019, explicó Díaz, el valor promedio del PM era de entre 16 y 17 microgramos por metro cúbico. Con los confinamientos y las restricciones, los valores descendieron a un promedio de 9 microgramos.

Desde septiembre ya se notó un incremento sostenido y y se ubicó en 17 microgramos por lo que, oficialmente, Quito regresó a los niveles de esmog previos a la pandemia.

Pese al Pico y placa, el aumento de la contaminación se mantendrá, pues la restricción incluye dos placas por día; antes eran cuatro. En el mismo Playón de La Marín, no solo el esmog es constante sino también el ruido. El viernes pasado, a las 09:00, ahí confluían los sonidos de los pitos de los vehículos, los gritos de los vendedores autónomos y de algunos parlantes con música.

Guerrero también se quejó de ese ambiente. Pese a que trabaja en el centro desde hace cinco años, comentó que no se acostumbra sobre todo al uso recurrente del pito por parte de los conductores.

El monitoreo del ruido también está a cargo de la Secretaria de Ambiente. Aunque en zonas como el Centro, durante los confinamientos y restricciones, no se registró una disminución significativa, otras, como Carapungo (norte) y Chiriyacu (sur), experimentaron una reducción de hasta el 14%.

Según Díaz, actualmente el Municipio está trabajando en un mapa del ruido. Al no contar con el producto final validado, es difícil hablar de las zonas más ruidosas. Sin embargo, el ruido también se concentra en zonas de mayor aglomeración y tráfico. Durante el día, en 2020, el promedio de decibeles fue de 67,2; la OMS recomienda 65. A la fecha, el promedio de este año es de 58,5 decibeles. Sin embargo, aún falta calcular diciembre que, según Ambiente, es el mes con más ruido.

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